Y el que ve jugar, aprende. ¿Y el asesinato del joven Carrillo? ¿Concibe usted que se pueda vivir siendo hombre y perro a la vez? Sonreí y contesté: —Usted dirá de qué se trata. Una explosión de risas no dejó oír bien la respuesta del corrido Martínez. Había sido preciso toda la labor exhumadora y disolvente de los juicios para haber llegado a ver en el fondo de ese silencio, ceñudo y hostil, de su padre, cuya dignidad no le permitió a éste violarlo nunca. Claro es que si aquí no se emplean los mismos métodos no es por falta de ganas, sino porque no lo consentimos, porque más tarda uno en embestirnos con el papel sellado que nosotros en meterles una bala. —Lo estoy aprovechando. —¡Qué había de volver! ¿Que no me acuerdo de la que me hicisteis hace dos años por esta misma época? Entonces comenzó a rebullirse en el asiento y a ejecutar una serie de cosas innecesarias por el momento, como la de arreglar el espejo de mira, limpiar el guardabrisas, probar con tironcitos el funcionamiento del magneto, y creo que hasta hizo graznar el claxon. —Les hablaré más claro —replicó Pomares—. Y me parecía ver también en esta conducta un asomo de ferocidad en acecho, algo propio de esas bestias feroces, que, después de devorar su presa hasta saciarse, se tienden a su lado, extendidas las garras, a dormitar. Tuvo al menos el talento de conquistar a un gringo. Y realmente que lo es, pues por ahí comenzó a triunfar la República de la Colonia, el presente del pasado. APACHETA: “aliviador de carga”, y, por extensión, actualmente gran intelectual. Y para comprobar las deducciones que usted llama crueles, señora, y que yo comenzaba a hacerme ¿qué cree usted que se me ocurrió? A través del ropaje de ambos se adivinaba la fresca y acerada musculatura del uno y la sarmentosa del otro. Parece que así se establece una corriente entre el tirador y el objetivo. Mientras una mano arrancaba el corazón y otras los ojos, ésta cortaba la lengua y aquélla vaciaba el vientre de la víctima. -¡Ya!, tú te sientas a mirar desde aquella roca mientras yo descanso en la sombra, cada vez que aparezca un aninal me avisas-. 68.183.50.151 Con lo que nada perdería la mortalidad, señora, porque, usted bien lo comprende, antes de quitar a una mujer la manta habría que quitarle la voluntad. Yo hubiese querido responderle a tan soberbio animalito: Animalillo: “¿En cambio tú permites que viva dentro de ti ese bicho feroz que engendra el tifus que diezma todos los años a estas poblaciones?” Pero el piojo, que seguramente leyó mis pensamientos, se apresuró a contestarme: “¿Y lo qué diezmas tú con el alcohol, la sífilis, el homicidio y la guerra? Y allí en su tugurio, solo, abandonado, insomne, comenzó a dudar de Dios y a meditar contra sí mismo. Una docena de ingenieros, mozos casi todos, entusiastas, engreídos por la importancia del trabajo que estaban realizando, bajo las órdenes de un semisajón de espíritu dinámico, comprensivo, infatigable, paternal en todo, en medio de su disciplina de soldado, y, más que engreídos, compenetrados de esa misma importancia, dictaban sus últimas disposiciones a los pelotones de operarios, para luego dirigirse, por distintas rutas, al sitio destinado a las familias invitadas a atenderlas, alegres y corteses. Yábar, que me precedía, se detuvo y, señalando hacia un punto, exclamó: —¿Alcanza usted a ver algo, señor? Yo salí un día del Cerro a Coribamba —18 leguas— de espolique del patrón Miguel, y nunca me dejó atrás. La coca da y no quita. Durante los tres años de casados que llevaban, los pellejos que les servían de cama no se habían separado ni peleados, ni enfermos. La misma que golpeó, nerviosamente y en forma consabida, la puerta de la casa que estuviste ayer espiando. La blanca se quedó pensativa, con los ojos medio cerrados, como buscando algo por dentro y luego de echar un hondo suspiro, se fue y ya no volvió más paca hasta hoy, que la he visto pasar con su marido, muy peripuesta, y más linda que nunca. Escoge aquella de pintas blancas; es la más alcalina y la que mejor dice la verdad del misterio. —preguntó una de las damas al ingeniero que hacía la explicación. LA PERCEPCIÓN DEL OTRO EN CUENTOS ANDINOS Desde que se descubrió América el interés por lo allí encontrado originó una curiosa expectación, siendo, por encima de todo, el poblador de aquella nueva realidad quien más atrajo la atención de autores y lectores. —Pero, volviendo a lo del derrotero, ¿por qué no me dices quién te lo ha enseñado? Recuerdo también que la segunda hoja del pliego estaba más aceitosa que la otra y con pronunciados manchones en sus dobleces. Al sol no le gustan estas cosas. El trabajo era un dulce sedativo del pesar y el mejor refrenador de la impaciencia. Las tareas que te doy no son para destroncar a nadie. AU, ÁUMÍ: sí. —¡A tu salud, viejo Niceto! Ni cabía tampoco lo de enredar la cuenta. Preferible era quedarse con la satisfacción de saber que la paz de un hogar —no digo dicha porque ésta no cabe dentro de la deslealtad— dependía, en cieno modo, de mí. Por gusto, por sport y por cuenta propia. Al caballo y la mujer hay que saber espolear, para así poder lograr que el uno vuele al correr y la otra gima al amar. Para eso te fuiste a la montana a aprender la virtud de esas yerbas y prepararte para hacer un día un buen alcalde. Me limité a Contestarle: —Si no fuera juez le daría a usted mi revólver. La fortuna de Jorge consistía en varios terrenos, en cada uno de los cuales tenía colonos, ganado, sembríos y mujer para que le cuidara la casa y le tuviera lista el agua caliente o el chupe cuando iba a recoger la cosecha. Nada de polainas, más o menos flamantes, ni de fuete de cuero trenzado y puño de plata, ni de revólver al cinto, ni de pluma-fuente en el bolsillo de pecho, ni de anillo de oro monogramado... Una maleta modesta, de esas criollas de Polvos Azules, dos sueldos adelantados —lo menos que un director de gobierno, sin ganas de pagarme una vieja deuda, podía hacer en mi favor— y un paquete de instrucciones, digo mal, un memorándum que, para no correr el riesgo de que se me extraviara, rompí al salir del Ministerio. ¿Cuáles son, pues, las mujeres para nosotros? —Creías que yo tampoco sabía estas mañas, ¡perro obasino! Pero no, no podía ser. —Es natural; hace seis meses que está con nosotros. Y entonces es de ver toda la gente que le echa encima al mostrenco. —¿Qué no quiere? “Yo no puedo aceptar, señor Juez —decía al fin del que acababa de presentarme — que ese hombre sea mi hermano. Has hecho bien en no haberle obedecido a tu cuchillo. A ver, di tú, taita Melecio. Me sacaron a la media noche de mi chocita, dejándome apenas tiempo para hacer mi atadito. KARU-RICAG: el que ve lejos, intelectualmente. LAMPA: pala. Era tal la regularidad de sus facciones de indio puro, la gallardía de su cuerpo, la altivez de su mirada, su porte señorial, que, a pesar de sus ojos sanguinolentos, fluía de su persona una gran simpatía, la simpatía que despiertan los hombres que poseen la hermosura y la fuerza. ¿Hasta cuándo vamos a estar consintiendo que nos quites todo, hasta las mujeres? ¿Por qué prefería dejarle fuera, sufriendo las tarascadas del frío, ovillado entre la rosca pulguienta de sus perros? ¿Por qué crees que se palomearon a Graucito en Cotabambas? Me has matado a mi Aureliano porque no te he querido. Ahí tienes otras cinco botellas que te están mirando y aquí tienes mi revólver. Ni sé tampoco si por atavismo o curiosidad, o por esa condición fatal de nuestra naturaleza de tener siempre algo de qué dolerse o avergonzarse. De ahí esa tenacidad, esa ruda franqueza en sus escritos, que una indignación justa no le permitía minorar. ¿Por qué ninguno de éstos había caído por mi despacho, ya que no a pedirme algo, a diferenciarme siquiera con su visita de los otros subprefectos de ciento en carga, a que tan acostumbrados estaban, ya que seguramente era la primera vez que un doctor en leyes honraba la subprefectura bancayina? No te veo nada en las manos. La salida de esta mujer, a pesar de que la esperaba, me paralizó. Un sí lleno de egoísmo, de miedo, que iba agrandándose hasta convertirse en terror. Un libro hermoso y descarnado, en el que se ve la garra de cuentista, en la plenitud de su humanidad. Pero una voz íntima le decía que si bien su mujer había hablado toda la verdad, algo le quedaba a él por hacer: cobrarse el daño o matar. —La comunidad tiene la culpa, taita. Una voz levemente imperativa, interrogó desde la acera del frente: —¿Está el auto desocupado? III Pocas horas después de la extraña visita, la autoridad política me comunicaba la muerte de Julio Zimens en estos parecidos términos: “Señor juez de turno: Acaba de ser conducido al hospital de San Juan de Dios el cadáver del súbdito alemán don Julio Zimens, quien a las once de la mañana de hoy se arrojó del puente de la parroquia al Huallaga, según referencias de las muchas personas que presenciaron el acto, entre las cuales se encontraban don Fulano y don Zutano, junto con el cadáver pongo a su disposición un bastón y una paraguas, que el suicida dejó en una tribuna del puente. A cualquiera se le ocurre meterse en la cueva de una fiera sin tomar sus precauciones. Abrasa la ciudad, inunda el valle, o mata a Cori-Huayta antes de que yo pase por el horror de matarla”. Era allí donde la orden de un patrón arrojaba, quién sabe por qué tiempo, a un infeliz. —Calla, traidor —volvió a rugir Maille, dándole un puñetazo feroz en la boca, y cogiendo a Facundo por la garganta se la apretó tan rudamente, que le hizo saltar la lengua, una lengua lívida, viscosa, enorme, vibrante como la cola de un pez cogido por la cabeza, a la vez que entornaba los ojos y una gran conmoción se deslizaba por su cuerpo como una onda. Nada de esto; Juan Jorge lee y escribe correctamente, pues fue nada menos que discípulo del maestro Ruiz, maestro de mucha fama, que en cierta ocasión, haciendo uso de sus imprescriptibles derechos de tal, al encontrarse con el antiguo discípulo, díjole: —Hombre, me han dicho que estás muy dañado; que te has dedicado al triste oficio de matar gente. ¡Si no lo dices tú!”... —Señor —volvió a exclamar el mismo individuo, imperturbable ante la fisga con que lo acababan de rociar—, tiene las manos en el suelo y la cara sobre un charco de sangre... Parece que la hubiera vomitado. Porque la coca —ya te lo he dicho— comienza primero por crear sensaciones y después, por matarlas. —¿Y no te tembló el pulso? ¿Quién podría ser...? —También chantagistas. Se diría que la audacia y decisión de este hombre inconcluso la había dejado en suspenso y que, desarrugando el ceño, se preparaba a contemplar el bizarro encuentro de dos hombres andinos. ¡Pero ya volveré, ya volveré! No hay, pues, costumbre que nos obligue. —Cincuenta hombres a rodear el pueblo; veinte a buscarme a los moshocuna y a los mayordomos y otros veinte a pegarle fuego a las casas. A mí nadie me la friega. Mi cuarto tengo trapo listo, cordel para limpiar cañón, grasa para untar piezas. —Me he fijado bien. —Comienza, pues, a entregarme tu ganado — exclamó el nuevo alcalde pedáneo, dirigiéndose al cesante, el cuat rodeado de los rucus que le habían ayudado a administrar justicia a la comunidad y a velar por sus intereses paternalmente, parecía abrumado por un pesar inmenso. LLegó el día domingo y tempranito, en la madrugada, tenían que encontrarse los dos ejércitos en la ladera cerca de la laguna. A todo esto el quirquincho estaba matándose de risa en la otra banda. Los empleados pasan a diez pasos del contrabandista y él se ríe viéndoles pasar. Se está dentro de la ley como se está fuera de ella, y se sale de ella por una infinidad de puertas con más o menos violencia —cuestión de temperamento— pero siempre por las mismas puertas que salieron otros. Tenía un aire reposado y todas las trazas de un hombre. Se quedó sin hacer el viaje a Chongoyape y todo aquel domingo lo dedicó a atisbar el chalet de la gerencia desde el rancho de Crisóstomo, esperando ver bajar por la escalinata al ingeniero don Ricardo y a la mujer que le invitara a ir a Santa Cruz. El mozo del juramento en la mañana del maranshay, después de una respetuosa genuflexión, atravesó el portalillo de la casa del yaya Evaristo, el flamante alcalde pedáneo, y entró. Hay para escribir sobre esta prócer e histórica ciudad muchos libros. Por eso no quise beberla y he obligado a todos esos perros a que la tomaran primero que yo. Era también la procedencia nativa de aquella misteriosa mujer. Un acto poco noble, lo confieso, pero muy humano, muy de vagamundo, sobre todo. No en vano había conseguido, con pretextos, que su padre la retirase del trabajo del campo y la pusiera a su servicio. Iban tan absortos que ninguno de los dos se había percatado de que estaban ya en la cuenca del Chillan, y al otro lado un numeroso gentío, que al verles comenzó a vocear: —¡Ahí viene Aureliano! —No, taita; no es así. ¿Dónde estaría ella, la muy deseada, en aquellos instantes? Pero el jefe del tribunal, más inalterable que nunca, después de imponer silencio con gesto imperioso, dijo: —Cunce Maille, has dicho una brutalidad que ha ofendido a todos. —Adentro, bien amarrada para que no corriera a avisar. Aquello, más que una condescendencia, era una derivación del derecho de propiedad, una como accesión de la tierra. —Con su yunta, taita. Y Pomares, exaltado por su discurso y comprendiendo que había logrado reducir y conmover a su auditorio, se apresuró a desenvolver, con mano febril, el atado que tenía a su espalda, y sacó de él, religiosamente, una gran bandera, que, después de anudarla a una asta y enarbolarla, la batió por encima de las cabezas de todos, diciendo: —Compañeros valientes: esta bandera es Perú; esta bandera ha estado en Miraflores. ¿Qué hará uno que no le hagan los otros? Y lo mismo vienen haciendo en todas partes. Vense allí cascadas cristalinas y paralelas; manchas de trigales verdes y dorados; ovejas que pacen entre los riscos lentamente; pastores que van hilando su copo de lana enrollado, como ajorca, al brazo; grutas tapizadas de helechos, que lloran eternamente lágrimas puras y transparentes como diamantes; toros que restriegan sus cuernos contra las rocas y desfogan su impaciencia con alaridos entrecortados; bueyes que aran resignados y lacrimosos, lentos y pensativos, cual si marcharan abrumados por la nostalgia de u:na potencia perdida; cabras que triscan indiferentes sobre la cornisa de una escarpadura escalofriante; árboles cimbrados por el peso de dorados y sabrosos frutos; maizales que semejan cuadros de indios empenachados; cactus que parecen hidras, que parecen pulpos, que parecen boas, y en medio de todo esto, la nota humana, enteramente humana, representada por casitas blancas y rojas, que de día humean y de noche brillan como faros escalonados en un mar de tinta, y hasta tiene una iglesia, decrépita, desvencijada, a la cual las inclemencias de las tempestades y la incuria del indio, contagiado ya de incredulidad, van empujando inexorablemente a la disolución. —Bueno. Di un salto, miré atentamente y, después de cerciorarme de lo que el indio tenía en la mano era realmente dos ojos, le pregunté, lleno de horror: —¿De quién son esos ojos, canalla? III El almuerzo fue pantagruélico. Ya te decía, Crisóstomo, que todo sale malo en día trece. Me bastaría con la Isabela. Me va a servir para mi plan. Los cuentos de guerra y su divergencia: La . Al ratito el hombre invita a las dos mujeres a efectuar una pequeña fiesta, y les mostró un instrumento llamado bandolina y en eso el hombre se pone a tocar el instrumento y las dos pastoras comienzan a bailar junto a él. —Nada, señora. Aquí todo el mundo tiene derecho entrar. Y quién sabe si con el álgebra el hombre viviría mejor que con la ética. Me levanté presuroso y atisbé. —Ya te he jurado, taita Melecio, volver. —¿Una deuda con ese mostrenco? Para cohonestar esta actividad, que a ratos yo mismo censuraba, me puse a hurgar en el acervo de mis éticos principios, procurando encontrar uno que la justificara, que me dijera que estaba procediendo bien, que mi intromisión en esta vida ajena y un poco misteriosa estaba autorizada por alguna ley del honor o del bien público. —Délo usted por descontado. La observación aquietó a Nicéforo, quien, aunque mozo capaz de muchas cosas, iba un poco preocupado por la aventura en que se había metido. Tu padre hacia puertas, cucharas, arados, como hacemos nosotros, y nuestra madre María Santísima, cocinaba y llevaba las ollitas para el camino, como nuestras mujeres lo hacen para nosotros.” “Nosotros somos fieles a tus doctrinas y a tus ejemplos, que no olvidamos. ¿Y la mujer de la calle General Prado, que apareció estrangulada con sus dos nietecitos? Illatopa se estremeció. Todos, retrasados, indecisos e incrédulos, acabaron por incorporarse a la turba. En Chupán ser alcalde es ser jefe de jefes, taita de taitas, esto es, señor de señores. De aquella tierra sólo conocía a ese rubio rebelde, demócrata sempiterno, más sempiterno que rebelde, que metido después a “hombre serio”, han dado en llamar todos don David. Después de repudiarle su mujer, de echarle de la misma hacienda, solicitó ella, por consejo de sus mismos hijos, autorización judicial para enajenar el fundo. —Lo que se va a alegrar Chupán y todos los pueblos de la comarca cuando sepan que les has quitado de encima a Puma Jauni con una bala en la cabeza. Aquí estamos en buen sitio y te juro que no pasará el día sin que aparezca el mostrenco por la quebrada, o salga de alguna cueva de las que ves al frente. Y Pillco-Rumi, más tranquilo después de esta invocación, volviendo el rostro hacia la multitud, que bullía y clamoreaba más que nunca, clavó en ella una indefinible mirada de desprecio. El indio margosino, el indio chaulán, como el de todas las tierras andinas, crece respirando un aire de bravía independencia y ya hombre sabe por la voz de la sangre y de la tradición que no hay envilecimiento mayor para un indio que el de servirle domésticamente al misti. Estaba persiguiendo a Ishaco, que no se dejaba coger y quería escaparse por la huerta. Pero tuvo que ceder y conformarse. y retando al enemigo, tuve vergüenza de mi pena y me resolví a pelear como ellos. Una fila de azoradas cabezas apareció por entre las puertas de los antepechos y, después de revisarlas todas, como notase que faltaban Pedro e Ishaco, lleno de sospecha, volví a preguntar: —¿Dónde está Pedro? ¿No sería esto obra del irreductible hermano, de ese Juan María, hasta ayer ausente, quien, viendo lo inútil de su oposición, hubiese optado, al fin, por una medida extrema? No te ha tocado la peste —murmuró el yaya Evaristo, fijando una escrutadora mirada en un mozo de unos 18 años, que había respondido cuadrándose militarme. Si rebajarás siquiera el piquito. Rifle prestado aprende vicios.” “Cuando salgas a pishtaquear a un hombre fíjate donde pisas, escucha todos los ruidos y descansa guardándote del viento.” “Procura tener el sol de espaldas cuando vayas a abalearte con alguno. A él no más le estaban esperando... —Vaya Ud. —¿Qué es? —exclamó taita Ramun, dando un respingo—. —Veo que es usted muy sugestionable... Pero dejemos a un lado el interrogatorio y vamos a otra cosa. Os comprometisteis, bajo mi garantía, a pagarle a los de Obas antes de un año los cincuenta escudos que les estáis debiendo para que os dejasen celebrar tranquilamente la fiesta y hasta hoy no habéis cumplido con abonarles un centavo, ¡recontra! ¿Dónde esos Letonas, de rumbosa vida, y esos Trelles, y esos Montesinos, y esos Ocampos, y esos González, que tanto me interesaba conocer? Todo su orgullo de amo omnipotente y macho vencedor, alimentado desde mozo por sus fáciles encuentros y el suave discurrir de una vida satisfecha y poco complicada, se le desbordó vibrante, turbulento, inmisericorde, y rebulléndole en las entrañas, se le escapó por los ojos en una explosión de cólera y despecho. Y luego, ¿por qué salió de repente yéndose? —¡No creas, cholo zonzo! Desde allí explicaban unos, pormenorizando, todas las obras emprendidas por la formidable empresa. El campeón de la muerte I Se había puesto el sol y sobre la impresionante tristeza del pueblo comenzaba a asperjar la noche sus gotas de sombra. Your IP: Un asno así es merecedor de pasar a la categoría de hombre y de participar de todas las ventajas de la ciudadanía. En estas hondas meditaciones estaba el viejo Tacto el trigésimo día del rapto de la añorada doncella, cuando de entre las sombras de la noche naciente surgió la torva figura de un hombre, que, al descargar en su presencia el saco que traía a las espaldas, dijo: —Viejo, aquí te traigo a tu hija para que no la hagas buscar tanto, ni andes por el pueblo diciendo que un mostrenco se la ha llevado. Dime ahora, ¿las mujeres de tu pueblo tienen manos parecidas a las mías? Para eso te he hecho mayordomo de la hacienda. Me ha amenazado con echarme los perros si descubre lo que está pasando entre nosotros. —Paucarbamba, taita. ¿Sería éste uno de los momentos por el que la Avelina habría pasado? Entonces éste, saliendo del maizal y avanzando hasta el borde del surco en que ella se había replegado, sin decirle siquiera una palabra, saltó sobre ella como un puma, agarrándola de las manos. Quizá parezca un poco tonto, pero lo cierto es que yo me sentí ofendido y hasta solidarizado con el hipotético marido de aquella mujer. Hasta que no le pongas a un hombre una bala en un ojo, cantándolo primero y a dos cuadras, no serás buen illapaco. Lo tengo pensado muchos días. Todo está en saberlos escoger y captar. —No te quejes, cholo —le interrumpió el mayordomo, cierto día, al terminar sus confidencias—. Parece que cada uno de estos hombres lleva en el alma una garra, que, aun en la caricia, tan pronto se contrae como se extiende, rasgando lo que toca. “Señor Juez”, comenzaba... y en seguida, dos borrones, a manera de dos puntos. La bala me está mordiendo bien adentro. Y el indio, aunque nuestros sociólogos criollos piensan lo contrario, no es persona: es una bolsa de apetitos. A no sé que esté aguaitando a alguno... Hombre, ¿cómo no se me habría ocurrido? Hay que ser fiel a la verdad. 9. Y acto seguido, lo aprieta entre sus dedos. Si para el uno la vida es un mal, para el otro no es mal ni bien, es una triste realidad, y tiene la profunda sabiduría de tomarla como es. —Toda la noche han estao pasando por el costao de mi rancho carros y más carros, llenos de tropa, que no nos han dejado dormir bien. Rabines, sin darse por enterado de la intención con que le estaba hablando la china, murmuró: —Lo han escogido a él para el pitón. —¡Cómo te has fijado en todo eso, zamarro! ¿Era preciso mula y lana para matar a un hombre? A esto contribuía, además de la sencillez de sus moradores, en su mayor parte gente de modesta condición, la lobreguez espesa en que quedaba sumergido el barrio una vez pasadas las ocho. Llegada la noche, mientras el pueblo dormía, Ponciano, deslizándose por las callejuelas del pueblo, cautelosamente, se encamino a la casa del viejo misti y, una vez adentro, comenzó a franquearse. ¿Con quién? IV Y fue a este personaje, a esta flor y nata de illapacos, a quien el viejo Tucto le mandó su mujer para que contratara la desaparición del indio Hilario Crispín, cuya muerte era indispensable para tranquilidad de su conciencia, satisfacción de los yayas y regocijo de su Faustina en la otra vida. Pasado un gran rato, como queriendo reparar su descuido de la mañana, se levantó, extendió los brazos por encima de la cabeza, juntó las manos, dentro de las que tenía un puñado de coca, dirigió la mirada hacia el punto donde creía que estaba su jirca protector, y exclamó con toda la fe de un creyente: “Jirca-yayag, te masco coca, te endulzo para que no me hagas nada esta noche. Ocurrió que un día el campesino cocinó, el ratoncito entró a la casa y como era su costumbre llenó su guatita, después salió a jugar, en una de esas aparece el zorro y le dice: -Esta es la última vez en que te permito te burles de mí, tú siempre andas bien comido y yo ando hambriento, si no me traes carne grande te voy a comer a ti-. —Piñashcaican, malhumor; cushiscaican, alegría, taita. El Chuqi viene con ellos. “Te doy mi palabra”... ¿Qué podía valer la palabra de un indio como Aureliano? —¿Por qué Juan? —Sí, sí, casi tienes razón, Aureliano; pero esos ragra-pachos nos desprecian profundamente y nos miran con asco, ni más ni menos que nosotros al áñax, y esto no lo puede sufrir el que se siente hombre. ¡Y cómo cruje también lo que hay adentro! Obasinos cobran más, obasinos están orgullosos de los que les debemos. Ya Runtus, que, como el menos impetuoso y el más retrasado, todavía demoraba en llegar, se limitó a tirarle de espaldas de un soplo. Y con sarcasmo diabólico, el indio Crispín, después de sacudir el saco, añadió burlonamente: —No te dejo el saco porque puede servirme para ti si te atreves a cruzarte en mi camino. —Si así son todos los indios de por acá, supongo que todos tendrán a su servicio hombres de esta clase, pues tú no has de ser la excepción, y teniéndoles, nadie ha de vivir seguro de su vida. Como las gentes huían su contacto y los perros, al verle pasar, se apartaban de él gravemente, después de olfatearle, Zimens acabó por volverse misántropo. YANQUE (O LLANQUI): sandalias de trozos de cuero sin curtir, extraído de la cabeza de las reses. —Pues yo voy a hacerles andar a paso de marcha. En el Cerro nos acabamos más pronto, verdad, pero los gringos no nos tocan a nuestras mujeres ni a nuestras hijas; pagan cuatro o cinco veces más y no permiten fiestas ni curas que se lleven todo lo que ganamos. Un libro hermoso y descarnado, en el que se ve la garra de cuentista, en la plenitud de su humanidad. —Y al cura ¿qué le dan ustedes cuando cosechan, mi sargento? ALLI-ACHISHUM: amonestación que pretende la reconciliación entre el agresor y sus víctimas. Y, repentinamente, maniatado y conducido por cuatro mozos corpulentos, apareció ante el tribunal un indio de edad incalculable, alto, fornido, ceñudo, y que parecía desear las injurias y amenazas de la muchedumbre. ¿Quién de ellos o de los otros yayas había violado tanto el secreto de la tradición como la promesa, hecha la víspera, de no trasmitírsela al innovador intruso? —No me he descuidado, Evaristo. SHIPINA: palito empleado para sacar la cal que se emplea para chacchar de una pequeña calabaza desecada a modo de recipiente. El zorro se quedó esperando, mientras el ratón comienza a retroceder y a tomar distancia, de pronto empieza a correr y le pega al zorro un tremendo empujón, el animal cae por el barranco. Pero no se aparte usted del punto en que estábamos. Y una mano, exquisitamente pulida y perfumada, estrechó mi diestra, haciéndome estremecer con tan insoñado encuentro. GUAGUA-YAU: “hijo mío” GUARAPO: bebida fermentada a base de jugo de caña de azúcar. Mi máuser es como la vara de la justicia... —Hilario Crispín, de Patay-Rondos, taita, que ha matado a mi Fausta. O si tú quieres diré la misa del 2 rezada y entonces pagarás veinticinco cincuenta menos. Era Valerio un indio alto y desmirriado, el rostro lampiño, y largo como el reflejo de una imagen en un espejo cóncavo, y en el cual lo caído y curvo de la nariz tenía reminiscencias de garra, y su mirar, oblicuo y falso, causaba la sensación de estar frente a una hiena. Si llegárais a pensar así lo sentiría profundamente; lo sentiría aunque estuviese muerto, porque así acreditaríais que entre vosotros y yo no había existido más vínculo que el del nombre, y que lo más íntimo de mi ser, aquello que lleva en sí todo lo que eleva o rebaja, todo lo que nos hace fuertes ante las tentaciones de la vida, todo lo que nos hace sentirnos realmente hombres, la personalidad, no había sido trasmitida por mi sangre a vuestra sangre. Hasta que el traquido me sacó de esta especie de alucinación, dejándome con un milagro delante. Con nadie habló de ellas. —¡Ah, murió al fin Julio Zimens! ¡Para qué habrás venido aquí, guagua-yau! V —Estaré viendo marcharse al indio y no lo creeré. —¿Cómo es el mar...? ¿Quieres tu, Ponciano, romper también esta costumbre, precisamente cuando debemos mostrarle a Chupán que la respetamos? Pesa. Cinco años antes era de ver la sumisión, la religiosidad y el desprendimiento de su rebaño: el desprendimiento sobre todo. Ya al mediodía, cansado de esperar, se atrevió a decir, fingiendo indiferencia, al tiempo de sentarse a almorzar, invitado por los dueños del rancho: —No he visto salir en toda la mañana al jefe, sin embargo de haberle oído decir que estaba de excursión a Santa Cruz, en compañía, a lo que parece, de una señora. Nos cobijaremos en las cuevas que dices que hay al otro lado. El peligro es cosa de un momento. Y eso no está bueno. Tomaba la línea derecha todo lo que podía y allá me iba yo cortando, cortando, cortando hasta pisar mi terrenito”. La coca revela verdades insospechadas, venidas de mundos desconocidos. —¿Y cuando se es tan infeliz teniéndolo todo no se tiene nada? Un piojo no es así; es franco en el ataque; pica cuando debe picar y ama siempre la altura. Entonces pagarás junto con tu alcalde. Acaso haya influido en su concisión y, a veces, en sus descensos súbitos, un largo tránsito por la magistratura. ¡Hum! Nada de caminar de noche. El fantasma de la insolación pasea entonces por sus flancos. Y, sobre todo para desviar a tiempo de sus tierras benditas todos aquellos genios malignos que suelen cernirse sobre la cosechas. —Maille está mintiendo, taita, El que dice que yo le robé se lo compré a Natividad Huaylas. El Chuqui, de pie, mudo, amenazador, soberbio, impaciente, al verse solo, dirigióle a los que huían una mirada de profundo desprecio, amartilló después la carabina, apuntó y disparó sobre el fantasma. ¿Qué vida estaría haciéndola pasar? Ya sé por qué. Su aspecto inspiraba lástima. Si los Valerios saben que está aquí un hijo de Magariño vendrán por él, lo retacearán y me quemarán la casa; y si lo saben los Magariños, dirán que le he secuestrado al pariente y vendrán también a pedirme cuentas. Efectivamente, el hombre de la bandera, como ya le llamaban todos, había recibido durante el combate una bala en el muslo derecho. —Pero sería una lástima —respondí— que un ensayo como éste terminara en una equivocación. Aunque aquí se está más seguro que en San Agustín. —¡Qué bien disimulado estás! —¡Manachi, taita! Todo era en mi imaginación cerros, llamas, nieve, coca, ponchos listados, faldas repolludas y colorinescas, mocosuelos a horcajadas sobre pacientes lomos maternales... Días después, ya en Ayacucho, comencé a sufrir una especie de superposición en las imágenes y una manía de comparación. Y es que ese día la ambición adormecida, por lo general, del indio se sacude su letargo y se yergue combativa y ruidosa. Se diría que Marabamba piensa, Rondos duerme y Paucarbamba vigila. —¡Y a destiempo también, picarona! Aquello iba a ser como una tempestad, como un terremoto, algo nunca visto por ojos chupanes. —Pero cuando pierde usted una partida con una mujer, aunque se trate de una desconocida, entonces quiere usted cobrarse de por junto todos los pleitos perdidos. Ellos son los que te hicieron cargar con ella, los que te estiraron, te clavaron y te lancearon. Una lección que abatía mi orgullo de psicólogo empedernido. RUNTUS: cano SACHA-VACA: tapir. Y el suplicio de Zimens se ensanchó hasta hacerle esquiliano. —¡Qué horror! ¡Y tú, hija descastada, que nos has traicionado, maldita seas y que Supay te muerda las entrañas toda la vida! —Está bien. ¡Es una deshonra para Chupán! Primero aparecen unos llamos... -¡Papá, unos animales!- le gritó el hijo. Pero tú bien puedes reírte de los médicos, de los químicos y de los fisiólogos… Y es que la coca no es vicio sino virtud. —¿Carne? —Habla bonito, verdad. IV Y todo fue pasando bien aquel día. Y no es bueno quedar en ridículo ante las mujeres. —Sí; el agravio no ha sido completo; te lo ha hecho Quelopana, sólo, sin consentimiento de la Isidora. ¿Vas a botarlas? Pero para eso es indispensable sentarse, y en la calle esto no sería posible. ¿Estás de corbina o de cojinoba? Los datos no podían ser más concluyentes. —¿Que, no sabe usted, don Leoncio, que todos los mozos del pueblo se han comprometido este año a sacarme de alcalde? A pocos pasos, un corral, circundado de piedra también, con una veintena de ovejas, de las cuales, las mayores, rumiaban pensativas y acostadas, mientras las más tiernas, como electrizadas por la radiante eclosión del día, se perseguían y triscaban entre balidos y estornudos. ¿Qué te creías que era de carnero? Todos, los yayas principalmente, estamos deshonrados con sus rapacidades. —¡Verdad! ¿Por qué? Callata, revestido de importancia y seriedad, esparció una mirada en torno suyo, para cerciorarse de que todos los invitados estaban presentes. ¿Te has estremecido? Ahora ya puedo quitarme esto. Esto me ha hecho demorar más de una hora. No, el perro de Ponciano no se escapara esta vez.” Los de Marcos Valencia decían algo peor y más conciso: “Si Supay mete su cola y no nos deja envenenar a ese bandido de Culqui, esta noche, cuando vaya a rondar mi casa, le meteré una bala en la barriga.” Y habrían seguido monologando alrededor de su odio si el estallido de los petardos y el estridor de los tambores, anunciadores de la llegada del señor alcalde, no les hubiera sacado de sus tenebrosos pensamientos. Dicen que con la plata que les debe Chupán podrían techar Colquillas. Era lo que más había conmovido los principios moles de Callata y lo que seguramente iba a producir indignación en los asistentes. ¿O habría preferido ésta matarse, como se lo ofreció una vez que hablaron de las persecuciones del patrón? En tres meses no se puede leer en la cara de un hombre como tú. ¡No me mates, taita!” ¿Luego era cierto lo del sueño? Jorge y Tucto se metieron en una aventura preñada de dificultades y peligros, en que había que marchar lentamente, con precauciones infinitas, ascendiendo por despeñaderos horripilantes, cruzando sendas inverosímiles, permaneciendo ocultos entre las rocas, horas enteras, descansando en cuevas húmedas y sombrías, evitando encuentros sospechosos, esperando la noche para proveerse de agua en los manantiales y quebradas. En esta vez el sonrojo de la señora Linares, creció de manera alarmante; mas yo, que en la materia de sonrojos femeninos soy un tanto discreto, fingí no verlo y reanudé mi historia. ¿No habría sido ya descubierto por alguno de esos libertinos de sable, desalmados, que se habían esparcido por toda la provincia chotana, a caza de benelistas fugitivos? ¡Pero qué hijos, señora mía, qué hijos! Además, había visto hacer cosas tan estupendas a las divinidades de su pueblo... Por ejemplo, había visto cierta vez, poco antes del servicio, cómo se le pudrió lentamente el índice de la diestra a un paisano y cómo se le fue cayendo a pedazos, sin que nadie se atreviese a curarle, hasta que halló un blanco compasivo, que, despreciando preocupaciones, le salvó de la muerte a que estaba destinado. Se paraba delante del espejo un largo rato y después de mirarse por sus cuatro costados, acababa por sacarle la lengua o mostrarle el puño a la imagen que tenía delante. Y mientras yo terminaba así mi relato, la señora de Tordoya, con mirada fulmínea, parecía decirle a su marido: ¡Has dicho, hombre de Dios, una gran estupidez! Nadie se detuvo a reflexionar sobre la superioridad de las armas del invasor. Antes del mes llamaba todas las cosas por sus nombres. —Lo que quieras, taita —gruñó el regidor socarronamente, a la vez que el alcalde cesante asentía con un movimiento de cabeza un poco enigmático y el público se desahogaba en cuchicheos de aprobación. —Bien, bien; allá tú... El tiempo lo dirá. Figúrate que lo hiciera mejor que nosotros... que tú. Hay días en que murmuran, en que un tumulto de voces interiores pugna por salir para decirle algo a los hombres. Había que descubrirle y avisárselo al patrón para que viera la manera de sacarlo de ahí. Y sobre todo, a darle un descanso al patrimonio de mis pobres viejos, bastante mermado ya por las tarascadas de mi rumbosa vida limeña, y a ver si papeleando lograba darme una provinciana, más mía y más independiente. Mi coca avisarme temprano. Se ha vuelto la gente con esto del comunismo tan insolente... —No te alarmes, mi querido Carlos —intervine yo—. que todos los hombres honrados cometen diariamente, sin perder por ello la estimación pública, y la de absolver, para tranquilizar mi conciencia, no vacilé en apartarme voluntariamente del camino que me indicaba la ley. Ahora, entre para que comas y bebas un poquito de chacra con nosotros. Y bien sabemos que las cosas, por graves que sean, siempre lo son menos cuando menos son los que las saben. —¡Huy! Los que más se burlaban de su ingenuidad e ignorancia eran los zambos costeños — entre los cuales estaba el sargento de su compañía—, semileídos y bulliciosos, que sabían tener para todo una respuesta intencionada y un argumento contundente. -Por esta lomita donde hay peñas grandes- le dijo el ratón riéndose. Ante esta invocación, salida de lo más hondo del corazón del Pillco-Rumi, Pachacamac, que, desde la cima de un arco iris, había estado viendo desdeñosamente las intrigas de Supay, empeñado en producir un conflicto y ensangrentar la tierra, cogió una montaña de nieve y la arrojó a los pies de Páucar, que ya penetraba ala ciudad, convirtiéndose al caer en bullicioso río. : ¡qué susto! Quien los hubiera visto en esta actitud, les habría tomado por dos inofensivos y extraviados viajeros, que, atemorizados por la hosquedad de la noche y los flamígeros guiños de la tormenta que les amenazaba, lo único que deseaban era un sitio seguro para acampar. Después de un violento forcejeo, en que los huesos crujían y los pechos jadeaban, Maille logró quedar encima de su contendor. Y el yaya apuro socráticamente el jarro hasta las heces colgándolo en seguida de la vara, no sin haberlo antes volteado, y luego fue a sentarse, ceñudo, en su sitial, reemplazándolo en el brindis Ventura Maille. Ya Benel huele a difunto. No, Aureliano era de los que miraban de frente a los mistis. Ser dueño del suelo es como ser dueño de todo lo que en él existe, vive y crece: montes, aguas, quebradas, bosques, sembríos, chozas, ganados; y con esto hombres y mujeres. Y como Calixto moviese la cabeza dubitativamente, el yaya le hizo esta reflexión ente: —Verdad que tú no has podido, verle mover los ojos al taita santo porque todavía no eres yaya, ni sacristán... Pero el taita Cúrate dirá ce es cierto. —gritaba Maille a cada indio que tumbaba—. —Nada. que acompañarme, ¡hágalo siquiera por mí! —Por supuesto que ya habrá usted visitado nuestro gran Parque de la Reserva. —¿Y no crees tú, Chuqui —dijo un indiecito de rostro feroz que se movía de un lado a otro, llevando medio a rastras un rifle mánlincher, más grande que él— que sería bueno llevarnos el manto de San Santiago y la espada para nuestro patrón San Pedro, y que le cortáramos la cabeza a su caballo para que no vuelva a morder a la gente, como dicen? Comenzaron a cantarse sus aventuras en las aldeas, en las estancias, en los pueblos, en todas partes, pintándosele en ellas no sólo como un puma valiente, comedor de corazones, sino como el bandolero más rumboso y bravo de todos los tiempos. Todos querían cerciorarse de cómo esa cosita manuable y de tamaño tan ridículo disolvía los montes y los precipitaba en forma de aluvión a lejanos puntos. La muerte de tu padre nos tenía a todos tristes. El nuevo alcalde quería un carnaval sin riñas, alegre, con juegos inocentes y premios adecuados para los vencedores del torneo; con bailes y mascaras como los que había visto allá abajo, en casa de su jefe y de donde nadie salía riñendo y menos a curarse unos y al cementerio otros. Cloudflare Ray ID: 7879dae77aac19ef ¿Cuántos años tiene la deuda? Peor entonces; tendré que ensuciar en él mi cuchillo dos veces; darle dos golpes en el corazón a ese traposo. No lo olvides... Y Aureliano los había tenido muy presente desde entonces. Y de estas cómicas expansiones Ishaco venía a parar al libro de lectura, que abría por cualquier página, y comenzaba a deletrear antojadizamente, con seriedad de colegial contraído. Zimens comenzó a parecerse a Job, señora. Y, naturalmente, acepté. La imbecilidad, como usted sabe, se cura tonificando el alma, sembrando ideales en ella, despertándole ambiciones, haciéndole sentir la conciencia de la propia personalidad. —Si tal cosa pasara, la división y las rencillas se desatarían en el pueblo, desaparecería la paz y la peste caería sobre nuestros campos, volviendo todo ruina. A lo que Jorge le replicó: —Pero eso es cosa fácil, taita. —Sí, taita, Nastasia lo abrazó. Se juntan y conversan. Ya no sabía como antes, compeler a los mayordomos a que cumplieran con proveer puntualmente la despensa cural. Además de su perfecta rectangularidad, la ornamentación original y caprichosa de aquella sala extensa hacía curioso contraste con la pobreza estética de la fachada, enteramente desprovista ele relieves y surcos decorativos. Pdf 20220812 2019 51 0000. La verdad era que no se me había ocurrido tal pensamiento. Desde ese momento, el ratoncito entraba a la casa del campesino y sacaba pedacitos de carne y se los daba, así fueron muchas veces. Rabines fue también de los concurrentes. —Entonces paga tú. V Terminado el desayuno, después del descenso, practicado con menos dificultad y peligro que la subida, por haberles favorecido la luz franca del sol, pero más complicado por la diligencia que tuvieron que desplegar ambos mozos en auxiliar a cada instante a la mujer que bajara con ellos, Calixto, cogiendo a ésta por un pie, la aupó sobre la muía, y dirigiéndose a Nicéforo, ordenó: —Cuelga la cabeza de ese mostrenco en el anca, si es que no quieres llevarla tú mismo. Nació tan fresca, tan exuberante, tan bella que la llamó desde ese instante Cori-Huayta, y Cori-Huayta fue el orgullo del curacazgo, la ambición de los caballeros, la codicia de los sacerdotes, la alegría de Pillco-Rumi, la complacencia de Pachacamac. Sobre todo, la choza. Y los vientos, y los ríos y las nubes… ¿Por qué la coca —esa hada bendita— no ha de hablar también? ¿También tuvo esa gloria la señora Pinquiray de Zimens? y regatones relucientes, balanceaban los arcos, blandían las macanas cabezudas, restregaban las espadas y las flechas, rastrallaban las hondas y batían banderas multicolores; y los haravicos, estacionados en los tres ángulos de la plaza, cantaban sus más tiernas canciones eróticas al son de los cobres estridentes; y las futuras esposas, prendidas en rubor, coronadas de flores, enroscadas las gargantas por collares de huayruros y cuentas de oro, y envueltas en albas turucas flotantes, giraban lentamente, cogidas de las manos, en torno de la gran piedra de los sacrificios; y Cori-Huayta, ignorante de su destino, esperaba la hora de los desposorios; Pillco-Rumi, de pie sobre el torreón del occidente, los brazos aspados sobre el pecho; la curva y enérgica nariz dilatada y palpitante, la boca contraída por una crispatura de soberbia y resolución y la frente surcada por el arado invisible de un pensamiento sombrío, encarando al sol el rojizo rostro, como una interrogación al destino, hacía esta invocación, mezcla de impiedad y apóstrofe: —¿Podrán los hombres más que Pachacamac? —¡Oh, señor!, para mí es un supremo mal. Inmediatamente comencé a dar las órdenes convenientes, a fin de que dos de los vecinos, que poco a poco habían ido penetrando en la huerta, fueran en busca de los instrumentos necesarios para romper el horno, única manera de sacar a Quiñónez. Tal vez si el piojo tiene en el hombre la misma misión que cierta mosca parásita de la paloma: presentir el peligro y avisarlo. Luego, arrastrado por no sé qué impulso, me aproximé a la casa encubridora —así me la imaginé yo desde el primer momento— y me puse a pasear delante de ella, como uno de esos maridos que se ponen en acecho de la esposa infiel cuando el abogado les pide una prueba del adulterio. Tal vez le ha dicho que me he venido con mi gusto. Las mujeres, empinadas sobre el fondo de los autos, hacían coro, retozonas y parleras. La segunda vez tratamos de ponerte a bien con Felipe Tacuhe, a quien le robaste diez carneros. No hay más. ¿Crees tú que la coca usada hasta el vicio sea un problema digno de nuestros pedagogos? ¿Dónde has aprendido tanto? ¿Para qué ir a la iglesia a presenciar el triunfo del intruso? The most common cause is that your DNS settings are incorrect. Panza diría que no. Después, al mediodía, cuando se detuvo a chacchar y le preguntó a su coca si el viaje terminaría bien, esta, muy amarga, le había contestado que no. 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Un refuerzo de tropas gobiernistas. Y el indio, levantándose y fingiendo una brusquedad que no sentía, esquivó el abrazo de su madre, y, sin volverse, abrió la puerta, asomó la cabeza a ras del suelo y atisbo. El apellido no podía ser más español: Magariño. En tanto, el grillo solamente se puso a destapar los tubos de caña y en eso se la llevó, destapando tubos de caña. Su gente optó por conducirlo a Rondos y de allí, a Chupán, a petición suya, en donde, días después, fallecía devorado por la gangrena. —Dice bien, Hermógenes, cholo —prorrumpió el tambero—. Calixto se aproximo y se puso a observar. Algo inaudito, diabólico, inexplicable a la sabiduría de los yayas, quienes se sentían desconcertados por esta indiferencia del destino. Si le ganas el sol puedes ganarle la partida.” “No te fíes nunca del indio que se cae cuando dispares; asegúralo con otro tiro y si se queda quieto, acércate cautelosamente y con el rifle siempre listo”. Paucarbamba es un cerró áspero, agresivo, turbulento, como forjado en una hora de soberbia. ¿Y los rusos? Y todo ¿por qué? Las deudas y los agravios hay que cobrarlos inmediatamente, de igual a igual, de hombre a hombre y sin ventajas. ¡Vaya con la mujer tan abusivamente provocativa! Al que se oponga, mátenlo. Y entonces usted hizo también lo mismo. Click to reveal No lo vas a matar. Cuando alguna vez le veía a la distancia, yo retrocedía o me refugiaba en alguna tienda. Pero los sitiadores que, aprovechando el tiempo que había durado la lucha, lo habían estrechamente rodeado, se lo impidieron. Lo que en éste suscitaba un reproche, una crispatura, una reprobación, un anatema, en aquella producía una sonrisa extraña, un silencio de esfinge, una serenidad de lago tranquilo. ¿Es esto lo que quieres? Fíjate: el ajenjo, que en la paz le ha hecho a Francia más estragos que Napoleón en la guerra. —Tú no, Sabiniano, pero si tu hija. Maille salvó todas las dificultades de la ascensión y, una vez en el pueblo, se detuvo frente a una casucha y lanzó un grito breve y gutural, lúgubre, como el gruñido de un cerdo dentro de una cántara. Hasta se le creyó un misógino. Ante tal cataclismo, la tribu de los pillcos, aterrorizada, huyó, yendo a establecerse en otra región, donde fundó una nueva ciudad con el nombre de Huáñucuy, o Huánuco, en memoria de la gran voz imperiosa que oyeran pronunciar a Pachacamac. ¿Por qué su progenitor, si es que tuvo noticia de este hijo, lo calló siempre? —¡Y quien lo concluyó también! Muchos de ellos se habían afiliado a la banda por mero gusto, por sport, por simpatía al hombre que los encabezaba, mas que por comprensión del principio que sostenía. Porque aquella maquinita, en buena cuenta, iba a competir con ellos ventajosamente y a abaratarles y mermarles el jornal. CAMPO: función concejil y, por extensión, quien la desempeña. Tiróle el sable a Cuspinique y después, la manta colorada en que había estado envuelto, el sombrero alón de plumas blancas, todo aquello que le había servido para imitar, más grotescamente, si cabe, al santo patrón de los chupanes. —Yo también aplaudo tu destreza, Riverita. 2 Asociación Tawantinsuyuman Evangelioq K'anchari-nanpaq Cusco-Perú Correo electrónico: atekqosqo@hotmail.com . En cierta oportunidad, en uno de sus paseos el zorro se da cuenta que el alcamare se viene acercando y decide conversar con él: -¡Puchas, el malko Puma siempre come carne fresca y gorda y nosotros nada! Se trataba de hacerle justicia a un agraviado de la comunidad, a quien uno de los miembros, Cunce Maille, ladrón incorregible, le había robado días antes una vaca. Porque no hay ser que se parezca más al hombre que el piojo. —No creo que te los eche. El San Cristóbal de mi añorada Lima me parecía ahora un cerrito de nacimiento, una excrecencia andina, una insignificancia geográfica. —¡Suelten a ese hombre! Y aunque lo hubiese sido. No, hombre; a la gente no se la cose. El cóndor se sentó en la parte más plana y dice: -Bajese compadre, ya llegamosA lo que el zorro se bajó más contento que el diablo. Papá zorro decide enseñarle a cazar y le cuenta a su hijo todo lo que su compadre puma le había enseñado. Haz la prueba conmigo y verás quo voy y vengo en un instantino y sin que me suceda nada. Que hay coincidencias de las que una señora puede resultar equivocada y perjudicada para siempre. Dejemos en paz a los pobres maridos fieles y confiados, de los que usted parece burlarse y volvamos a lo de la salvación. La matan primero. VARA-TRUCAY: cambio de varas. Esta vez la risa de la señora de Tordoya subió un tono más que en la anterior. Todo ha terminado, pues, entre nosotros. Author / Uploaded; —Vaya, hombre, echasteis la casa por la ventana y os reconciliasteis con Dios y vuestro patrón. —¡Achacan! —¿Y cuánto vas a pagar porque lo mate? Allí, donde cualquier costeño se hubiera encontrado sin salida o una falsa pisada le hubiera precipitado en el vacío, o una distracción expuéstole a la asechanza o ataque de alguna alimaña feroz, él había sabido componérselas y salir triunfante de su habilidad, de su fuerza, lleno de un creciente optimismo, a medida que el olor de las tierras bajas se le iba haciendo más sensible y penetrante. Y en la sierra, al menos en esta de Abancay, todo es lana. Pero como el ratoncito era muy inquieto, a veces tenía ganas de jugar y salía de la casa y...¡¡¡ZAS!!! ¿Y con qué la estás limpiando? Además, sobre este punto se ha seguido un juicio por substracción de documentos, alhajas y otros valores contra Jesús, que terminó por sobreseimiento definitivo. Los hechos de Magariño repercutieron en todas partes, trompeteados por la fama. —Nunca está demás la miel sobre la rosca, muchacho. —¿Y me lo preguntas, animal? Y el íntimamente fue acentuado con una intención diabólica, a la cual me vi obligado a responder con este elogio más: —Y también mujer de talento. ¿Y desde entonces están San Santiago y San Pedro queriéndose comer crudos? Una bala! Y saltando sobre sus peludos y matalones caballejos, la banda partió como una tromba por entre los grupos de incendiarios, los que poseídos también de terror, se echaron a correr locamente cuesta abajo. ¿Qué has hecho tú contra ese perro obasino que se está llevando nuestras mujeres? —¿Querría usted, señor juez, oírme unos quince minutos? Me había dado a la coca. Después de este solemne juramento, nueve hombres abandonaron cautelosamente la casa de Niceto Huaylas, con esa precaución y disimulo del indio de las cumbres, en tanto que aquel, poseído ya por el pensamiento homicida, que acababa de lanzar, miraba con sonrisa diabólica el atado de yerbas misteriosas y terribles que tenía en la mano. Cuando vuelva de Jesús, llegaré donde ti, trayéndote bizcochos grandes, confites, pasas y te daré chacta para que bebas”. —¿Y cómo sabe usted tanto de su vida, doctor? ¿Querría usted haber vivido por un instante la vida de Julio Zimens? Nadie pudo enseñármela. —¡Lo haré! Su memoria era tanta, que le bastaba uno o dos repasos para repetir de una tirada hasta media página. Mientras la fuerza pública redoblaba la furia de sus marchas, combinando audaces e infalibles planes de captura, gastando energías dignas de más nobles empeños, él, Magariño, sereno y audaz, confiado en su profundo conocimiento del suelo que pisaba, intuitivo estratega, con una rápida contramarcha, con un simple flanqueo, con el señuelo de una falsa pista, con la destrucción de un huaro o la obstrucción de un camino, dejaba burlados y en ridícula situación a sus perseguidores; y estos, hartos al fin de fatigas, de malas noches de hambre, de frío y de lluvias, decepcionados y mugrientos, sin fuerzas para espolear sus macilentas y despeadas cabalgaduras, optaban por abandonar la partida y volverse. Ésta que tienes al frente sólo la tengo en categoría de compañera. Al fin se cansó usted de estar haciendo un papel poco airoso. Sabía por su práctica erótica todo lo que podía esperar de su amante después de una larga separación. ¿Acaso ellos no tendrían también mujer y guaguas como yo? Déjale eso a los bandidos”. ¿Dónde está Ishaco? —Nunca hay derecho para hacer el mal y menos contra sí mismo, señor mío. ¿De dónde voy sacar tanta plata? ¿Qué estabais locos cuando hicisteis el préstamo? ¿Y si la presencia de mi auto fuera, precisamente, la causa que impidiera la salida de aquella mujer? ¡Don Jesús Quiñónez.... Su hermano que no sabe dónde anda se la tenía jurada para cuando vinieran a darle posesión” Mientras estas parecidas exclamaciones corrían de boca en boca, los hombres de los picos, subidos al horno, lo demolían febrilmente. —Mi jirca, taita Melecio, mi jirca. —¡No! Pero el ratoncito nada podía hacer y lo único que se le ocurrió decir fue: -Ven por acá, yo te voy a indicar el camino de salida- y con mucho cuidado le indicó un camino para no meter ruido y poder salirde la casa. Entonces entró Aponte resueltamente en el camino de una nueva vida, vida llena de azar, de riesgo, de rudeza, de desafío, de arrojo y de suerte. Habría que estar en su lugar primero. El indio se acurrucó sobre sus talones, sacó una pulgarada de coca y se puso a chacchar, quedando de pronto sumido en una especie de nirvana, mientras el mayordomo, dando una media vuelta y palmoteando, gritaba a pulmón lleno: —¡Mushica! Se les conoce tanto que, a pesar del cuidado que ponen en no serlo, todo el que los ve pasar murmura despectivamente: “shucuy del Dos de Mayo”, y los comerciantes los reciben con una amabilidad y una sonrisa que podría traducirse en esta frase: “Ya sé lo que quieres, shucuysito: munición para alguna diablura”. Este animal viendo lo que hacia el pájaro se puso a gritar y a insultarlo como loco, pero el picaflor no hacía ni caso. —Creía que estabas ya procediendo como escribano. Los tres jirca-yayag, que llaman los indios. Harás que mi ojo apunte bien y que mi rifle no se atore cuando le esté cobrando la deudita. ¿No oyes? Porque el patrón le pilló besándose con la Avelina y porque la Avelina no quería hacer esto con su patrón. Por eso nuestro indio es lento, impasible, impenetrable, triste, huraño, fatalista, desconfiado, sórdido, implacable, vengativo y cruel. Acepté. Si he mencionado lo de las aldabas y cariátides es porque la noche que pasé en ella tuve que empuñar, al recogerme, una de aquellas, y al reanudar al siguiente día el viaje, que reparar en el balcón de enfrente, desde donde un par de ojos, sedeños e insinuantes, me miraban, diciéndose: “¡Cómo, ya se va usted apenas ha llegado!” Mi entrada en Abancay fue sutil, casi nocturna e inadvertida, por lo mismo que mi intención fue la de evitarme el aparato de un recibimiento, que, por modesto que sea, siempre distrae y obliga. ¿Y qué creen ustedes que hizo? Y luego ¿por qué esa determinación de ir solo por la mesa y las sillas, pudiendo haberse hecho acompañar del escribano o de algún vecino? EL ZORRO Y EL CONEJO Cuentan que un conejo siempre iba a comer a una chacra; comía tanto que la persona dueña. Una muerte baja, vil, indigna de la extirpe del más digno camarada del hombre. Tienes razón de ir a buscarlo con rifle. ¿Y el canto? Cuando el sapo se zambulle en el río, el zorro se pone a correr tranquilamente y sin apuro. Las plantas hablan. No hay arroz ni maíz para el cura. —¿De veras, Juan? -Asi es compadre-, contesta el otro. ¿De dónde ha sacado usted ese canto? endobj Yo soy más modesto, señora: me contento con ver jugar a las damas, cómo se las soplan los jugadores al menor descuido del adversario y cuánta emoción produce una soplada. Ambos rieron silenciosamente, mientras la muía, que parecía haber estado oyéndolos, se detuvo también, como enterada de que el viaje había terminado. En regular castellano y con una franqueza y una minuciosidad inusitadas por los hombres de su raza, que siempre saben oponer el laconismo o la negativa al interrogatorio más exigente, él refirió todo, dejándole, por supuesto, una puerta de escape a su defensa. —Si no me lo dices. Un fiasco para el virtuosismo, una jugarreta a la teoría, un golpe al ideal. —¿Cómo, cómo dice usted, doctor? ¿De cuántas lunas de miel sería capaz esta mujer? relieve de la provincia de lima, conflictos étnicos ejemplos, causas de la violencia escolar tesis, urbanizaciones de trujillo, la cuadra de salvador locales, semana 13 comprensión y redacción de textos, como trabajar autoconcepto en adolescentes, gestión pública y desarrollo social en que consiste, postres saludables trujillo, logo ciencias de la comunicacion unsaac, ecsaven forte mifarma precio, dinámicas de animación para adultos, el cuidado del cuerpo para niños, buenas prácticas de manipulación de alimentos digesa, diccionario palabras religiosas, acer aspire 5 core i3 10th gen, boda william levy y su esposa, test de la pareja de bernstein y juri diferencias, polychromos faber castell 120, perfil profesional de un estudiante de derecho, norma para pescados en conserva, que pasa si tengo la hormona antimulleriana baja, la educación en las primeras civilizaciones, reggio emilia valores, cera liquida transparente, precio electrocardiograma perú, guia practica n° 9 pensamiento logico resuelto, municipalidad de huancayo, que produce santiago de chuco, práctica calificada 1 quimica general utp, generador de horarios escolares gratis para maestros, bacteriemia oculta pediatría tratamiento, upn examen de admisión 2023 fechas, diplomado en cirugía maxilofacial, bourdieu violencia simbólica libro, ventajas y desventajas del líquido refrigerante, gore ica trámite documentario, comentarios al anteproyecto de la ley general de sociedades, cuantos habitantes hay en cusco 2021, exportación de palmito peruano, rouviere anatomía tomo 2, enfermedades neurodegenerativas, modelo de contrato de compraventa de terreno en word, bulldog americano venta, tratamiento de aguas residuales en lima, plan estratégico de salud, colegio leoncio prado lima, reserva nacional de salinas y aguada blanca, prueba pericial en materia civil, principios de interpretación constitucional pdf, un ensayo argumentativo sobre la democracia brainly, perros abandonados en el perú, museo huacas de moche descripcion, marco teórico de autos eléctricos, huaca chotuna cultura, proceso contable de un estudio contable, convocatoria sisol 2022, consejos para mi hija enamorada, album de colección de monedas del perú pdf, tipo de cambio de equilibrio, texto expositivo sobre la violencia doméstica, malla curricular ingeniería electrónica san marcos, voluntariado en albergues lima, problemas de las instituciones públicas, áreas donde trabaja un economista, segunda especialidad en filosofía y religión, médicos traumatólogos en lima, concierto de bts en busan'': fecha, el bicentenario del perú resumen, que centros comerciales abren el 25 de diciembre, especialización marketing digital, hub información continental edu pe, ciencias de la comunicación y periodismo, ideas de proyectos escolares, bolsa de trabajo católica, bautizo comunitario en lima, fortalecer el vínculo con nuestros hijos,